Por PABLO VAZQUEZ
La murga a la intemperie
La murga crece, el feriado vuelve, pero a la fiesta de los corsos oficiales de la Ciudad de Buenos Aires que reúne a más de un millón de personas por temporada se la sigue escondiendo. Ninguna administración porteña les dio en su agenda cultural el lugar que las murgas conquistaron. Los corsos barriales y gratuitos de los fines de semana de febrero están porque los artistas callejeros participan en forma decisiva en su construcción y organización y los gobiernos no los quiebran para no ganarse un conflicto. Pero brindan cero publicidad y cero difusión. Los sucesivos ejecutivos integran la Comisión de Carnaval (junto a representantes del Poder Legislativo y de las murgas) básicamente para cuidar que un colectivo que suponen problemático no les genere demasiadas críticas de los vecinos (la gente, que creen en bloque enemiga del barullo murguero, pese a que son tantos los que participan en agrupaciones y muchos más son su público habitual), más allá de la a veces valiosa tarea de su delegado que sí pulsa la realidad a diario. Sin contar el recorte de presupuesto -la Legislatura votó una extensión que jamás se acató-, sorprende hoy especialmente la poca disposición a informar qué se está haciendo. Pasaron 35 años hasta el regreso de los feriados de lunes y martes; algunos percibieron un cambio social, otros continúan igual que ayer.